Música

Escuchar música: el efecto oculto que tiene en el cerebro y la salud

Más allá del entretenimiento, distintos estudios confirman que activa múltiples áreas del cerebro, fortalece la memoria, reduce el estrés y hasta mejora la calidad del sueño y el funcionamiento del sistema cardiovascular

La música tiene una presencia constante en la vida cotidiana y despierta distintas emociones en quienes la escuchan o interpretan. Este arte se manifiesta como un estímulo que accede a zonas profundas del cerebro e influye tanto en la mente como en el cuerpo. No solo proporciona placer y entretenimiento, sino que también participa de muchos procesos mentales y fisiológicos que afectan el bienestar general.

Según detalló National Geographic, la música no solo provoca sensaciones placenteras, también estimula de manera simultánea diversas áreas cerebrales. Esta estimulación facilita procesos tan variados como la atención, el razonamiento, la memoria y la coordinación del movimiento. Al escuchar o interpretar música, el cerebro involucra las regiones responsables de la audición, el lenguaje, las emociones y la motricidad, de modo que distintas partes trabajan de forma coordinada. Este proceso puede derivar en mejoras sobre el estado de ánimo y la interacción social.

De acuerdo a lo publicado por el Consejo Mundial sobre la Salud Cerebral, la música brinda una sensación de bienestar y contribuye a la reducción del estrés. El informe afirma que la práctica musical, ya sea al escuchar, cantar o tocar un instrumento, fortalece el sistema inmunológico y regula el sistema cardiovascular. Los beneficios se vinculan no solo con la salud física, sino también con la calidad de vida en su dimensión emocional y social. Así, la música ayuda a forjar y mantener las relaciones afectivas y disminuye la percepción de soledad.

Conforme explicó el sitio de la Clínica Templado, la música estimula la memoria y favorece la concentración tanto en niños como en adultos. Además, por su capacidad de activar distintas regiones cerebrales de forma simultánea, constituye una herramienta importante en tareas educativas y de rehabilitación neurológica. Interpretar música requiere una combinación de atención, motricidad fina y capacidad auditiva. Cada una de estas aptitudes es ejercitada y desarrollada durante la práctica musical constante. A su vez, la escucha activa o la interpretación pueden favorecer la evocación de recuerdos y emociones significativas, lo que refuerza la memoria afectiva.

El Centro Nacional de Salud Complementaria e Integral de Estados Unidos sostiene que la música tiene la capacidad de modificar la liberación de neurotransmisores y hormonas responsables de diversas respuestas emocionales y físicas. Por ejemplo, puede facilitar la liberación de dopamina y endorfinas, sustancias asociadas con el placer y la relajación. En los músicos, algunas áreas cerebrales se desarrollan más que en personas no relacionadas con la música, en especial en quienes iniciaron su formación desde la infancia. Además, la exposición continuada a la música puede modificar la estructura cerebral y aumentar la plasticidad neuronal.

La música influye en el cerebro desde edades tempranas. Muchos niños presentan capacidad para discriminar tonos y ritmos antes de cumplir su primer año de vida. Según indica la Real Academia Nacional de Medicina de España, la música contribuye al desarrollo del lenguaje ya que las áreas cerebrales dedicadas a ambas funciones se superponen. La relación entre música y lenguaje llevó a pensar que podrían compartir un origen evolutivo común o haber evolucionado de manera paralela. Practicar música también favorece la coordinación motora y el control del cuerpo, lo que resulta útil en terapias de rehabilitación después de eventos neurológicos como accidentes cerebrovasculares.

Cabe destacar que la música aporta beneficios en la calidad y duración del sueño. Diversos estudios difundidos por National Geographic señalan que escuchar melodías, sobre todo antes de dormir, favorece la relajación y mejora los ciclos de descanso, lo que a su vez repercute positivamente en la salud cerebral. Por otra parte, tocar instrumentos, bailar o cantar en grupo fortalece los lazos sociales y ejercita distintas áreas de la mente. Actividades como aprender canciones nuevas estimulan el razonamiento y contribuyen al aprendizaje integral.

Asimismo, la musicoterapia utiliza la música en diferentes modalidades para tratar necesidades físicas, emocionales, cognitivas y sociales. Este abordaje se observa en entornos como hospitales, clínicas, residencias o escuelas, y atiende a personas con condiciones como ansiedad, depresión, dolor crónico y síntomas asociados a la demencia.

En pacientes con enfermedades como Parkinson, esclerosis múltiple o fibromialgia, la intervención musical mostró mejoras en la movilidad, el equilibrio y algunos aspectos del ánimo. Los estudios demuestran que estas prácticas, en general, no presentan efectos adversos, salvo en situaciones de escucha con volúmenes excesivos o si se relacionan con recuerdos traumáticos.

La base neurobiológica de la música implica la participación de la corteza auditiva, las áreas responsables del ritmo y la melodía, y el sistema límbico. Este último gestiona las emociones y se activa intensamente ante estímulos musicales. También existen registros de casos en los que la música genera cambios en la presión arterial, la frecuencia metabólica y la liberación de endorfinas. Por su capacidad de modular el ánimo, la música se utiliza en diferentes tratamientos médicos, desde la terapia del dolor hasta la regulación del insomnio y la ansiedad. El ritmo y la armonía pueden influir en la percepción del movimiento y la coordinación física, lo que facilita la rehabilitación en patologías neurológicas y motoras, detalla la Real Academia Nacional de Medicina de España.

Además, la música favorece la socialización, ya que cantar o tocar en compañía disminuye la sensación de soledad y genera bienestar. Además, en personas con enfermedades neurodegenerativas como la demencia, la estimulación musical ayuda a evocar recuerdos personales y a mejorar algunas funciones cognitivas. La integración de la música en rutinas cotidianas puede aportar beneficios tanto a nivel emocional como en el mantenimiento de la memoria y la atención.

De esta manera, representa un estímulo complejo que se traduce en respuestas cerebrales, fisiológicas y sociales diversas. Las investigaciones disponibles sugieren que escuchar o crear música no solo mejora el ánimo y la salud cerebral, sino que también fortalece la integración social y estimula el aprendizaje en todas las etapas de la vida.

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