
La cantante pasó buena parte del año girando por la Argentina para presentar su álbum No vayas a atender cuando el demonio llama. Y es apenas uno de sus trabajos. En el medio, agranda su fandom y responde a las agresiones que recibe de parte del presidente argentino.
«¿Y ahora qué hacemos?», pregunta Lali. Son las 13 horas del miércoles 18 de junio. Está despierta desde muy temprano. Acaba de cerrar una jornada de grabación de La Voz Argentina compartida con Dillom, cumplió con la promoción del programa y también con una entrevista. Más tarde tendrá que prepararse para, esa misma noche, asistir a los Premios Gardel, gala en la que su canción «Fanático» terminaría quedándose con tres estatuillas (Mejor Canción Pop, Mejor Videoclip Corto y Canción del Año, nada menos). Pero en vez de pedir tiempo para una siesta, quiere saber qué sigue en su agenda. Ella tiene claro que siempre hay algo por hacer.
«Primero de mayo… ¡Qué pesada!«, se ríe Lali ante esa observación que la acerca del título de «primera trabajadora» al cumplir compromisos relacionados con su música, la televisión e, incluso, la publicidad. «Soy una vieja loca, le meto, le meto, le meto. Porque planeo las eras y las hago. Cuando sé que tengo un año así, que voy a sacar un disco o que tengo un programa con muchas horas de rodaje, soy un reloj con el laburo. Soy muy respetuosa de la posibilidad de trabajar. No me gusta haber dicho que sí a un laburo y después, cuando ese momento llega, estar: ‘¡Ahhhh!’ (suspira con fastidio…). Me gusta saber que soy responsable de aquello que quise hacer, que planee, que le puse mucho huevo. Cuando está pasando, lo hago y me lo vivo. Lo disfruto, de hecho», explica Lali, graduada ejemplar de la factoría Cris Morena.
Billboard Argentina le siguió los pasos durante varios meses para captarla en distintos momentos de esta rutina intensa marcada en donde el centro es No vayas a atender cuando el demonio llama, su «álbum pseudo rockero» con el que viene girando en casi todo el país. De qué está hecha esta popstar nacional y popular, cercana, gaucha, la que «sabe como hacerte bien y a tu papá también», la que recurrió a los discos de su juventud para crear algo nuevo.
También esa que no titubea a la hora de opinar o si no le queda otra que sostener beef público con el presidente argentino Javier Milei, algo que le valió, entre otras cosas, una amenaza de bomba antes de un show en San Juan. «Por esto que sucedió hoy es por lo cual me expresé públicamente y dije: ‘Qué peligroso, qué triste’. ¡Qué peligroso es el odio al otro! Y lleva al peor lugar posible. Por suerte, la música y el amor se imponen», respondió Lali sobre el escenario.
Artlab, viernes 25 de abril, 21 h
«Si no les gusta el disco, me suicido«, dijo Lali y largó una carcajada. En esta sala hi-fi multipropósito, ubicada en el barrio porteño de Chacarita, la cantante congregó a su familia (entre ellos, Majo Riera y su novio Pedro Rosemblat), amigos y también algunos colegas, como Fito Páez, Emmanuel Horvilleur, Elizabeth Vernaci, los cantantes de Bersuit Vergarabat. El motivo es escuchar en primicia No vayas a atender cuando el demonio llama algunos días antes de que salga a la luz para todo el mundo.
Al darle play, se reveló un trabajo cargado de artificios rockeros y bases agresivas, con citas líricas, sonoras y estética a distintos ídolos: de los Redonditos de Ricota a Madonna, de Charly García a Babasónicos, de Attaque 77 a Amy Winehouse. El pop tiene la capacidad de fagocitar distintos elementos para transformarlos en una materia nueva y de eso se valió Lali para esta, su sexta obra. «Yo quería hacer el disco dentro del pop. Es un disco pop, claramente. Y me parece que algo popular tiene esa mezcla de todo, lo que somos los argentinos. Una instrumentación rockera pero con una columna vertebral súper pop, que es lo que me define», explica Lali.
Estadio Vélez Sarsfield, viernes 23 de mayo, 18 h
Cayó la noche sobre la Ciudad de Buenos Aires y el frío golpea hasta en los huesos. Lali está haciendo una pasada ¡completa! del show que daría al día siguiente. Lo hace con la misma intensidad que verá su público, aunque sin el vestuario. A cambio, lleva puesta una puffer negra que la abriga y toma sorbos de mate entre tema y tema. Baila cada canción como una más del cuerpo que lidera su coreógrafa y socia creativa, Denise De La Roche. El ensayo sale perfecto en cuanto a lo musical, no hay fisuras, apenas un leve ajuste en «Quiénes son», que esta vez suena con una intro extendida.
26 horas más tarde, Lali hace su irrupción en el escenario, vestida como una cowboy rockera, tal como enseñó la Madonna de Music, aunque ella optó por algo más teñido de negro. Arranca con «Lokura» y desata el primer pogo. Invita a Dillom para «33» y se arma otro remolino. Sube la diva Moria Casán para acompañarla en «Quiénes son» y se multiplican las stories. Hace «Loco un poco» de Turf y baila con Joaquín Levinton como si estuvieran en el concurso de Pulp Fiction. Invita a los Miranda! para «Mejor que vos» y les rinde pleitesía ante la multitud. Casi sin respiro, junta «Fanático» con «Pendeja» y con «No me importa» para desatar el último pogo. Y cierra con el «Himno Nacional Argentino» para teñir todo de celeste y blanco.
Este fue el kilómetro cero del tour que luego la llevaría por Córdoba, Rosario, Mar del Plata, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Corrientes, Santa Fe, San Luis, San Juan y Mendoza. En septiembre hará otra doble fecha en Vélez. Y después de cumplir con tres funciones en España, volverá al país para cerrar esta primera vuelta en Trelew, Comodoro Rivadavia y Neuquén.
Ciudad de Rosario, sábado 14 de junio, 16 h
Afuera estalla el sol y la temperatura está unos grados más de lo habitual para un invierno. Pero en lugar de caminar por la costanera, estamos en el primer subsuelo de un hotel cinco estrellas de la ciudad santafesina. En el estacionamiento, una van está lista para salir para el Metropolitano, lugar en el que Lali cantará por la noche. Tres chicas bajan haciéndose las distraídas, yendo hacia un supuesto auto que está fuera de nuestro campo visual. Dos minutos después, vuelven tras sus pasos y cometen el pecado de preguntar si pueden esperar a la estrella para sacarse una foto. Se llevan una lógica negativa, pero al instante aparece la estrella a su rescate.
Después de salir del ascensor en compañía de su novio (Pedro va a casi todos los shows del tour como uno más de la troupe), entrega su mejor sonrisa perlada a las selfies requeridas. Y se sube al asiento trasero para conversar antes de llegar a la prueba de sonido. El viaje dura unos doce minutos, desde la zona céntrica de la ciudad hacia el lado de Arroyito, y alcanza para que Lali arroje un puñado de definiciones:
«Me siento con esa adrenalina de mostrar algo nuevo, de darle sentido a eso que escribí, que surgió en el estudio. Las canciones cobran vida realmente en un tour. Ves cómo la gente las canta, cómo se las apropia», dice Lali sobre la vida en gira.
¿Se permite disfrutar arriba del escenario? «Si perdés la capacidad de disfrute, ¿qué te queda? Hago el ejercicio consciente de estar en presente, soy de los momentos reales. Ante una experiencia tan grande, tengo el miedo de que me pase por arriba y no haber sido lo suficientemente consciente de lo que estaba pasando. Y en estos Vélez que pasaron no me sucedió. Pero te confieso que el Vélez pasado, con el que cerramos el tour anterior (2023), me llevó un poco puesta».
Llegamos y Lali va directo a donde la esperan sus fans, que acamparon por casi una semana para verla. Tras los saludos, no pierde tiempo y se sube al escenario para cumplir con la prueba del show. Nota que hay que hacer algunos ajustes. Como por ejemplo, la marca en la que tiene que pisar al comenzar el show, está corrida un centímetro y medio hacia la derecha.
También, entre severa, cariñosa y con la ironía que la caracteriza, le marca un detalle clave a los iluminadores porque considera que las luces están muy fuertes para «Ahora», el momento más erótico de su show, en el que baila con un body ajustado sobre la huma nidad del bailarín Nico Merlín. «Estas luces de abajo, en un momento sexy, es un asesinato al culo. Y si las usás, sos un hijo de remil putas. Te deja medio cadavérica, sos un fantasma. Pero bueno, es algo que ustedes, varones, nunca van a entender», justificó.
Luego, cuando tiene que repasar «Quiénes son», decide cambiarle la letra para responder a todos aquellos que la acusaron de haberse enriquecido con shows vendidos a diferentes municipios a lo largo del país. «Que si vivo del estado…», dijo en voz baja. «¿Que si vivo del estado?», se preguntó después. «¡Ojalaaa!», se contestó Lali a sí misma, mordaz.
Villa Urquiza, lunes 28 de julio, 9.30 h
Lali fue la primera en llegar al estudio de fotografía para ponerse delante del lente de Nora Lezano, legendaria retratista del rock argentino. Después de ser maquillada y peinada, la cantante haría cuatro cambios de vestuario con un despliegue total de su oficio. Eso, combinado con la pericia de Nora, hizo que el shooting durara mucho menos de lo previsto. Lo que dejó bastante tiempo para una última conversación sin rodeos.
¿Cómo es recorrer el país en este momento social?
Reparo mucho, en épocas como estas, en el esfuerzo de verdad que es pagar una entrada para muchísima gente. Soy porteña, pero no creo ser porteño centrista. Tengo familia en el interior, ubico lo que está pasando y dónde estoy. Cuando empezamos a planear el tour, a mi equipo le dije que quería que fuera lo más federal posible, haciendo el esfuerzo para ir a otra provincia más. Y que después, cuando terminemos el recorrido, podamos decir que fuimos para casi todos lados.
Siempre muy consciente del esfuerzo que es, para mucha gente hoy, pagar una entrada. Armamos un show muy grande, muy caro. Pero la idea fue que la entrada tiene que sentirse popular. Que alguien que pueda tener un ahorro, pueda pagar 30 lucas, que hoy es lo mínimo para una entrada. Esos tienen que ser los precios. Vimos las maneras de que esos números nos den para que el show esté buenísimo.
Siento tener un público popular, que es laburador, que le cuesta un montón. Hay de todo, pero en general siento que es así y que agradecen porque pueden pagar la entrada. Si bien son shows privados y muy grandes en unos números de Argentina rarísimos, soy de las que creen que no debería ser un lujo ir a un concierto. Todo aquel que labura y la pelea, tiene que poder ir el fin de semana al concierto que quiera. Me gusta sentir que tirás un par de sogas para que eso se pueda dar.
¿Cómo te interpela la actualidad?
A veces es preocupante lo que uno siente de la actualidad, de la coyuntura. A veces hay que preguntarse con qué le aportás a la época. ¿Qué quedará? Capaz algo que hoy me desespera, hay que mirarlo con más perspectiva y decir: «Esto va a tener un por qué mucho más claro en el futuro que ahora». Así funciona la cultura y el arte. No siempre se entiende un disco en el momento, a veces pasan los años y cada vez cobra más sentido eso que dijo Charly en 1978. En ese momento tenía sentido, por supuesto. Pero cuánto más sentido tiene cuando el mundo pasa y sigue habiendo horrores y escuchás esas canciones…
A veces nos abrumamos con los espantos que escuchamos en la actualidad, por las cosas que pasan y está bien hacerlo. Y está bien quejarse. Y hay que salir, de hecho más de lo que lo hacemos, a la calle. Pero son épocas. Hay que preguntarse qué aporta uno a la época viva, en la que está. Hay que poner todo en discusión, hay que salir de los lugares cómodos para eso, hay que bancarse eso.
¿Sentís que sos una artista política, más allá de lo partidario?
Todo el arte es político, hasta el que no lo parece. Las canciones más banales de letra o los ritmos más vapuleados porque son populares… Las cosas en las que generalmente la música bardea, eso es un síntoma político. Lo que suena en los barrios populares, lo que hace un artista en una sinfónica, todo es música por igual, pero son políticas. La música tiene todos esos caminos para expresarse de diferentes maneras. Yo creo que todo es político. Podés hacer algo más obvio en su mensaje político, como «Fanático», pero podés hacer cosas menos obvias y todo es político. Todo hecho expresivo es político, así no lo parezca.
«Fanático», la canción que simboliza su resistencia a los discursos de odio
El 13 de agosto de 2023 se celebraron las elecciones primarias presidenciales en la Argentina y el candidato más votado fue Javier Milei. En franca oposición a las propuestas más reaccionarias del libertario, tras los resultados a Lali se le ocurrió tuitear «Qué peligroso. Qué triste». Desde ese momento, la cantante se convirtió en uno de los blancos favoritos tanto de quien luego se convertiría en el presidente argentino -quien la llamó «un parásito que vivió chupando de la teta del Estado» y «un mecanismo de propaganda» – como también de los seguidores del dirigente.
Lejos de callarse, redobló la apuesta y en septiembre de 2024 publicó «Fanático», primer adelanto de su álbum. El lanzamiento generó una catarata de comentarios especialmente por un personaje que aparece en el videoclip: un hombre fuera de sí que viste campera de cuero, patillas y que habla a los gritos mientras gesticula nervioso. ¿Algún parecido con Milei? La canción, en tanto, se convirtió en símbolo de lucha para quienes se sienten en la vereda opuesta al actual gobierno argentino. Síntoma de esta polarizada, la figura de Lali viene recogiendo tanto reverencias como rencores.
«Es una canción musicalmente atrevida, original. Si bien toma cosas de un montón de artistas que me gustan, es original en el momento en el que sale. Con una cosa aguerrida y violenta, a la vez muy amorosa y lúdica. Contestar a la violencia desde lo lúdico y lo irónico me parece poderoso», dice Lali sobre «Fanático».
¿Te divierte que se haya picado con la canción y que dispare distintas cosas?
Sí, para eso fue hecha. Hay que correrse de este lugar del yoísmo, de que lo que te pasa te está pasando a vos. Podría haberme puesto cómodamente, o no tan cómodamente, en un lugar de victimización, justificada. Un presidente diciéndole a una persona ciertas barbaridades, tiene que ver con algo que está mal, desde cualquier punto de vista. En vez de pararme en ese lugar, la canción tira la pelota a la conversación para que todos podamos hablar de la violencia con el otro.
Yo fui la cara de un momento de algo que pasó, pero la gente que sufre violencia, las disidencias que son discriminadas en este momento, en una época en la que cualquiera puede decir que sos pedófilo porque sos homosexual… Cualquier barbaridad se dice y pasa. La canción me excede, como corresponde, y termina siendo algo que la toma todo aquel que se siente atacado e injustamente señalado o injuriado.
Todo comenzó por un tuit, que suena bastante espontáneo, y siguió por una canción, algo más trabajado. Pero todo es parte de la misma discusión.
Son parte de la misma discusión y la canción lo que hizo fue ponerle un moño al «Qué peligroso, qué triste». Lo que sucedió, el nivel de violencia, de calumnia, injuria y decir cualquier cosa porque conviene decirla, es peligroso y, obviamente, es triste. Es peligroso decir cosas de ciertos sectores, repetir discursos de odio que tienen resultados muy de mierda en las sociedades. Abrazo cada día más el «Qué peligroso, qué triste» y creo que la canción le pone una explicación o viste ese tuit de una manera más armoniosa, que es lo que hace la música.
Hace poco retuiteaste ese mismo tuit cuando se confirmó la prisión domiciliaria a Cristina Fernández de Kirchner. ¿Por qué volviste a eso en lugar de escribir algo nuevo?
Cada vez que lo sienta, lo voy a retuitear. No lo voy a volver a escribir, no tiene sentido. Vos podés pensar, o la Justicia puede considerar que un dirigente, sea Cristina o sea cualquiera, tiene que ir en cana. Yo creo que la manera en que se dio todo, las cosas que se han dicho, lo que se esperaba a nivel morbo de esa situación, me parecía peligroso y triste, del dirigente que sea. Estamos hablando de alguien como Cristina, que es potente… Cada uno puede pensar lo que quiera, en eso estamos de acuerdo. Pero me parecía peligroso el encare de esta cuestión y la violencia que generaba el propio oficialismo hacia la militancia genuina que pueda tener un dirigente opositor. Eso me pareció digno de retuitear y cuando lo sienta lo volveré a hacer. Porque es mi tuit y puedo (risas).
Fito Páez te dijo que, después de tu discusión pública con Milei, tu campo de batalla iba a ser la expresión, ¿no?
Ese llamado de Fito fue clave. Yo lo sabía, pero a veces necesitás que un otro te diga algo clave para que vos digas: «Esto es lo que necesitaba escuchar para confirmar esto que sentía». Yo puse el tuit, se armó una bola, enseguida ya estaba inmersa en una cosa muy picante. Estaba rodando la serie El fin del amor. Justo íbamos a parar y Fito me escribió: «¿Te puedo llamar 5 minutos?». Hablamos un rato largo y me dijo: «Tu campo de batalla es el arte. Sé que no lo parece, sé que ahora hay herramientas… Pero ponele más énfasis a lo otro que ahí».
Y fue clave, porque empecé el proceso de este disco ahí. A escribir cosas, a pensar qué había que decir o cómo podía transformar eso que me estaba pasando, que se me iba de las manos, porque ya no me pertenecía eso que decían de mí. Le pertenecía no solo a otros, sino a otra idea, a otra forma de pensar. Me pregunté mucho qué hacer con eso. Y me llevó un tiempo entender. «Fanático» fue la primera que saqué porque me parecía importante. Pero antes de esa, hice un montón de canciones, fue bastante tiempo de estudio.
¿Cuál fue la primera canción que te salió?
Una que no salió nunca, que se llama «Mi religión». Estaba buena, capaz un día la saque. Hice varias canciones en esa primera tanda, como «Tu novia II»… Esas aparecieron bastante antes que «Fanático». Fui encontrando el sonido, después me fui animando a escribir eso a lo que estaba dándole vueltas. Y llegó al mismo tiempo que «No me importa», que tiene esa búsqueda.
Hay mucha simbología argentina en el show: la camiseta 10 de Lionel Messi, el escudo patrio en tu outfit, el Himno Nacional Argentino en el cierre. ¿Por qué?
Cuando empezamos las canciones en el estudio, había una necesidad -que creo que es una situación que se contagia de lo político- de saber de qué lado de la mecha te encontrás. Fue la sensación que tuve. Una cosa de división entre argentinos, algo que está bastante en boga, un señalamiento de un lado al otro, quién es más argentino que quién… Y cuando las políticas están demasiado acipayadas, a uno le sale algo de adentro que necesita reafirmar. Me pasó eso. La enarbolación de que todo lo de afuera es mejor, a mi me hincha un poco las pelotas.
Siento que desde mi música y de mis narrativas tengo que afirmar que lo que yo hago es música argentina, hecho por una argentina en Argentina. Deseo con todo mi corazón que mi música viaje por el mundo, es un privilegio que eso te pase. Pero nada me parece más privilegiado que me vaya bien acá y aportar algo, lo que sea que me dé para aportar, a la cultura de mi país. Hay momentos que ameritan una cosa más aguerrida en lo que uno considera un nacionalismo, o una empatía con el otro argentino. Son épocas. Una siempre es argentina, no hay épocas para eso. Pero me gustaba que en esta estética que proponía el disco, haya una mirada muy argentina.
De alguna manera sos eso que ironiza el locutor en «Sensacional éxito»: la heroína que demanda la época o una villana inesperada.
Sí. «La mayor delincuente de la que se tenga memoria», dice también. Es una ironía, porque la época está rara.
Sí, pero la época también demanda a alguien en quien podamos identificarnos y no estar mirando hacia afuera.
La ironía de esa frase es medio triste, porque es como decir: si yo soy, en polos tan opuestos, la heroína que demanda la época, la mayor delincuente de la que se tenga memoria… A mí lo que me interesaba era no ser esto ni esto, sino hablar de los extremos absolutos. Porque la persona que me considera una heroína, también habla de una orfandad de heroísmo en la época. Me interesaba hacer ese chiste, como también el chiste contrario. Marcar esos polos tan extremos es mostrar en la que estamos, la polarización absoluta, la exageración de cada polo. Los dos hablan de algo, que no está tan bueno que suceda.
¿Y cómo te sentís en ese tironeo?
Ah, no, en el medio, en el medio. Lo más en el medio que puedo.
Algunos dirían que sos tibia…
¡Que me chupen un huevo! (risas) Ya quisiera ser tibia, mirá. A veces no me vendría mal, eh.
BILLBOARD